Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Agrícolas.
Departamento Economía Aplicada II. Sevilla.
mdgarcia@us.es
Resumen
Los procesos de globalización y
liberalización de la actividad económica han tenido una
notable incidencia en la realidad social y económica de
Andalucía, que es una región del sur de España.
Esta investigación estudia las transformaciones más
importantes en el mercado de trabajo en base a los resultados
obtenidos con entrevistas semiestructuradas a agricultores de cuatro
pueblos representativos del olivar en Andalucía. El estudio
señala cómo los procesos reestructuración que ha
seguido este cultivo, han supuesto que el olivar pierda buena parte
de su carácter social, y que aumente el trabajo temporal. Se
estudia, además, el papel secundario que tiene el trabajo de
la mujer y cómo un importante número de trabajadores
han sido sustituidos por inmigrantes, que aceptan las nuevas
condiciones de trabajo. Por último, se presentan las
conclusiones más importantes de la investigación.
Palabras clave: Reestructuración; Mercado de trabajo; Aceite de oliva; Andalucía; Cambios técnicos.
Abstract
The globalization process and the
liberalization of the economic activity have had a noticeable
incidence in the social and economic reality of Andalusia, which is a
region in the south of Spain . This research studies the most
important transformations in the work market based on the results
obtained with semi structured interviews to agriculture labourers of
four towns representatives of the olive industry of Andalusia . The
study points out how the process of reestructuration that this
cultivates has followed had made that the olive industry lose a good
portion of its social character and a growth of temporary labour.
Through it is studied the secondary place that have the women work
and how a significant number of labourers have been substituted by
immigrants who accept the new conditions of work.
Keywords: Work market; Olive industry; Andalusia; Technical changes.
El olivo está históricamente ligado al paisaje mediterráneo desde tiempos inmemoriales, y en la actualidad, constituye sin duda un elemento de primer orden en la configuración del paisaje cultural andaluz, con un peso fundamental en el sector agrario, y como no, en la economía de la región. Este importante papel que tradicionalmente ha tenido el olivar en la economía andaluza, se ha acentuado con los procesos de globalización y mundialización económica. De este modo, el aceite de oliva andaluz representa más del 80% de la producción de aceite de oliva español, y más del 36% de la mundial.(1)
Este trabajo comienza con una caracterización del olivar tradicional, y un análisis de las causas que significaron su desaparición a finales de la década de los años cincuenta, con el aumento de los salarios, y la sustitución de los nutrientes orgánicos por inorgánicos para incrementar la productividad de este cultivo. Además, la rentabilidad económica del olivar fue seriamente perjudicada por su propia estructura productiva, que no favorecía mecanización de las tareas más importantes de este cultivo. A continuación, estudiamos los programas de actuación que pusieron en marcha las autoridades públicas españolas en la década de los setenta para solventar esta situación, y las principales repercusiones del desarrollo de la Política Agraria Común en el olivar andaluz a mediados de la década de los ochenta.
El presente análisis tiene un objetivo general, y una serie de objetivos específicos, que expresan las principales pretensiones de este trabajo. De este modo, se persigue el estudio de las principales transformaciones en el mercado del trabajo del olivar andaluz, como consecuencia de los procesos de reestructuración que ha seguido este cultivo en los últimos años. Además, para alcanzarlo se analizan las repercusiones más importantes de la mecanización de la recolección de aceituna, las estrategias jornaleras para mejorar las economías familiares, y el papel que juegan el trabajo de la mujer y los inmigrantes, en las relaciones laborales asociadas al cultivo del olivar.
El olivar tradicional constituía una unidad ecológica, en la que convivían la tierra, el hombre y el animal, que hacían que este sistema productivo fuera autónomo y equilibrado, en el que estaban integrados los distintos espacios y usos del suelo, y con escasas aportaciones ajenas a la explotación. Un agricultor, lo explicaba del siguiente modo: "Antes se beneficiaba mucho a la tierra, se sembraban melones, habas, en las calles de los olivos, y cuando llegaba el mes de Abril, se araban antes de que floreciesen, se le daba materia orgánica a la tierra, se le daba calor, y eso servía como abono para la tierra, y la reponía. Y se estercolaban los olivares durante la primavera, con 50 ó 60 kilogramos por olivo".
Los sistemas agrarios andaluces en general y el olivar en particular, contrataban abundante mano de obra que estaba escasamente remunerada, y sometida a la férrea disciplina del agricultor. Un agricultor lo describía del siguiente modo: "Antes tenía cada cinco o diez minutos un trabajador llamándome a la puerta pidiéndome trabajo, trabajaban desde que el sol salía hasta que se ponía, llevábamos el reloj al campo pero no lo mirábamos, les pagábamos lo que cogían (a destajo), y no había nadie que levantara la voz, y si lo hacía se tenía que ir del pueblo".
Al finalizar la década de 1940, los resultados económicos y sociales del modelo intervencionista y autárquico en la economía española en general y andaluza en particular, no eran muy halagüeños. Esto desencadenaría una intensa emigración de la población jornalera andaluza, y acabaría con uno de los principales presupuestos del modelo: la abundancia y baratura de la mano de obra. El descenso de activos agrarios provocaría el alza de los salarios agrarios, y favoreció la mecanización y la aplicación de tecnología intensivas en capital. Además, se incorporarían nuevos inputs al olivar para intensificar de un modo importante sus niveles de producción. Esto supuso que perdiera buena parte de su autonomía.
No obstante, la escasa productividad del olivar, y los numerosos problemas que presentaba la mecanización de la recolección y poda, que son las tareas más importantes de este cultivo, provocaron una importante caída de la rentabilidad del olivar, y que sufriera una importante crisis económica.
Esta situación supondría que a principios de la década de los setenta, el Estado español pusiera en marcha un conjunto de medidas urgentes que desencadenaron un proceso de Reconversión y Reestructuración productiva del olivar. Las líneas fundamentales de actuación fueron: la creación de plantaciones intensivas, mejoras del olivar con la puesta en riego, y la reconversión de variedades para facilitar la recolección mecanizada. Se trata por tanto, de un proceso que buscaba la intensificación de la producción en base a la aplicación de importantes transformaciones al olivar tradicional.
La entrada de la economía española en la que fue Comunidad Económica Europea en 1986, supondría la aplicación de la Política Agraria Comunitaria (PAC) al cultivo del olivo. Esto provocaría la segunda reestructuración del olivar andaluz. El programa de actuación europeo, básicamente continuaba con las medidas que la Administración española había aplicado con anterioridad. Se fomentaba el aumento de la productividad del olivar y en particular la de las grandes explotaciones, sobre la base de unas ayudas directas a la producción, un sistema de precios de intervención y ayudas a la exportación.
Sin embargo, al aumento de la productividad de olivar acompañan importantes impactos ecológicos. Así, en 1998, sólo tres variedades de aceitunas (picual, hojiblanca y manzanilla) suponen el 81,3% de la superficie total del olivar en Andalucía. El caso más destacado es el de la variedad picual, que en el período comprendido entre 1981 y 1998, ha pasado de representar el 45,1% al 58,2 en la superficie total de este cultivo. Esto se debe a que es una variedad de fácil mecanización, lo que reduce sus costes de recolección, y a que con ella, se obtiene más cantidad de aceite que con el resto de variedades (García, 2004).
Además, se añaden otros impactos ecológicos como la existencia de un importante número de explotaciones de regadío ilegales. De este modo, recientemente la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha ordenado el cierre de tres pozos en la provincia de Jaén. La medida afecta a unos de 10.000 agricultores y a más de 25.000 hectáreas .
A continuación, presentamos los elementos más importantes de la metodología que se han empleado para realizar las entrevistas semiestructuradas a los agricultores. Con ellas, se obtiene una información fundamental para estudiar las principales transformaciones que en el mercado de trabajo del olivar, han ocasionado los procesos de reestructuración que ha seguido este cultivo.
La investigación comenzó con la elaboración de una tipología de explotaciones con las consideraciones aportadas por una serie de expertos, y los resultados obtenidos con algunas entrevistas en profundidad a los propios agricultores. De este modo, nos decantamos por dos criterios: rendimiento y tamaño de las explotaciones.
El primero nos informa sobre los cuidados culturales al olivar y la aplicación de las técnicas de la nueva olivicultura. De tal modo, podemos conocer la estructura productiva de las nuevas plantaciones, uso del agua, inputs inorgánicos, etc. El segundo, indica la introducción de las técnicas ahorradoras de costes, y la existencia de economías de escala en costes en base a la dimensión de las explotaciones.
En base al rendimiento al olivar, se constata la
existencia de tres sistemas productivos muy diferentes:
- Olivar
de Secano de "Rendimientos Bajos ". Es
un cultivo que suele darse en suelos poco favorables para el olivar
en particular, y para cualquier otro cultivo agrícola, en
general. Se caracteriza por el envejecimiento de los árboles,
con troncos muy gruesos, notable altura de los olivos, etc. Todo
ello, dificulta seriamente la aplicación de las nuevas
técnicas para la recolección y reducir costes. La
irregularidad de su producción implica que sea un cultivo
asociado a rendimientos inferiores a los 1.000 kilogramos de
aceitunas por Hectárea.
- Olivar de Secano de "
Rendimientos Medios ". Es una
modalidad que se encuentra en suelos que tradicionalmente venían
siendo ocupados por el olivar, pero que no ofrecían unos
rendimientos especialmente elevados. En la actualidad, alcanza los
1.000- 2.500 kilogramos de aceituna/Ha.
- Olivar de Secano
de "Rendimientos Altos". Es una modalidad
establecida en suelos especialmente adaptados al olivar. Además,
es un cultivo que en los últimos años ha sufrido una
intensa renovación de su estructura productiva, con
rendimientos entre 2.500- 4.000 kilogramos de aceituna/Ha.
-
Olivar de " Regadío" .
Es tipo de olivar que presenta una estructura productiva muy
diferente de las demás modalidades y en particular, del olivar
de secano de rendimientos bajos. Cuenta con las modificaciones más
importantes que han supuesto la nueva olivicultura (inputs
inorgánicos, regadío, etc.) con las que supera los
4.000 kg de aceitunas/Ha.
El rendimiento de las explotaciones es el otro
criterio seleccionado para nuestro estudio. De este modo, se
consideran tres tipos de explotaciones:
- "Minifundios".
Son explotaciones de reducidas dimensiones que no superan las 15
hectáreas . El nivel mecanización es reducido, es
frecuente contratar los servicios de un tractor para el laboreo del
suelo, y en muchos casos, la recolección de la aceituna se
realiza de forma manual.
- "Explotaciones Intermedias".
Son explotaciones con un tamaño comprendido entre las 15 y
las 100 hectáreas . Combinan el trabajo familiar y el
asalariado en las tareas que requiere este cultivo. Cuentan con una
importante dotación de maquinarias para el desarrollo de los
cuidados de este cultivo. Incluso en algunos casos, tienen vibradores
de tronco, que son las maquinarias que consiguen derribar mayor
cantidad de aceituna, y ahorrar más costes de mano de obra.
-
"Latifundios". Son aquellas explotaciones con un
tamaño superior a las 100 hectáreas . Prácticamente
la totalidad del trabajo que requiere este tipo de explotaciones es
atendido con la contratación de trabajadores asalariados. El
trabajo familiar se corresponde con la dirección de la
explotación, y no a la participación en las tareas.
Además, generalmente disponen de las maquinarias más
modernas para el laboreo de la tierra, y la aplicación de los
inputs para el crecimiento y a lucha contra las plagas que necesita
el olivo.
De acuerdo, con esta tipología de explotaciones se desarrolló el objetivo fundamental de la investigación: estudiar las modificaciones más importantes que los procesos de reestructuración del olivar han provocado en la organización del trabajo. Además, se intentaba estudiar la aplicación de las nuevas maquinarias, el aumento de la productividad del trabajo, y sus repercusiones más importantes. Asimismo, se pretendía conocer el papel que jugaban determinados colectivos como son los inmigrantes, y las mujeres.
En la actualidad, no se dispone de una base nominativa que nos permita acceder a los diferentes tipos de explotaciones que existen en el olivar de Andalucía. Esta circunstancia, y el hecho de que no dispusieron de recursos económicos suficientes para consultar a las 240.000 explotaciones que desarrollan este cultivo, nos hizo recurrir a unos expertos para el diseño el trabajo de campo. De este modo, se seleccionaron cuatro municipios que reflejan en buena medida la diversidad existente en el olivar andaluz. En concreto, éstos fueron Pozoblanco (Córdoba), El Saucejo (Sevilla), La Puebla de Cazalla (Sevilla) y Úbeda (Jaén). Así, Pozoblanco es un área de olivares de secano de rendimientos bajos, El Saucejo de olivares de secano de rendimientos medios, La Puebla de Cazalla de olivares de secano de rendimientos altos, y Úbeda de olivares de regadío.
Seguidamente, visitamos cada uno de estos pueblos y nos dirigimos a una serie de expertos (gerentes de las cooperativas existentes en los municipios), para que seleccionaran los agricultores que entrevistaríamos para el desarrollo de la investigación. Se determinó una muestra de 83 informantes privilegiados, que estaban en posesión de conocimientos y experiencias muy relevantes para la investigación, y que mostraron una gran disposición para ayudarnos. Es necesario señalar que los agricultores se seleccionaron intencionadamente en lugar de una forma aleatoria, pues se sabía de antemano que por sus características eran muy representativos. Además, se trata de un muestreo por estratos, en el que las explotaciones más numerosas han sido seleccionadas en mayor número. De este modo, se han entrevistado un importante número de explotaciones pequeñas, pues son la mayoría de los casos. Abad y Servín, (1987) mantienen que el muestreo estratificado con afijación proporcional permite estudiar cada estrato por separado, y hacer unas estimaciones más precisas.
Para recabar la información se utilizaron técnicas cualitativas basadas en entrevistas semiestructuradas a informantes privilegiados. El enfoque cualitativo persigue un análisis en profundidad de un número determinado de casos, con el propósito de entender como los agricultores construyen la realidad social, y comprender profundamente un hecho social.
Además, para la recopilación de la información me trasladé a los cuatro municipios elegidos. La convivencia diaria durante el período de trabajo de campo ha sido una ayuda fundamental para conocer aspectos de la realidad social, que de otro modo, habrían pasado desapercibidos. La posibilidad de analizar in situ, nos permitió seleccionar, ampliar o modificar los niveles prioritarios de análisis de la investigación.
Las entrevistas a los productores agrarios se abordaron de forma separada para evitar posibles distorsiones en las respuestas de los entrevistados. Asimismo, se realizaron dos sesiones en grupo (formada por diez agricultores cada una) que no tenían una estructura rígida, sino que presentaba una notable espontaneidad. El guión no estaba cerrado, comprendía una serie de bloques temáticos referentes a repercusiones de la aplicación de la nuevas maquinarias en la tarea de la recolección, sexo de los trabajadores, duración de la contratación, incorporación de inmigrantes, etcétera, aunque se dejaba libertad al entrevistado para que construyeran sus respuestas, y abordaran los aspectos que consideraran oportunos. Esto ha hecho que obtengamos una información mucho más rica en matices, y que nos acercáramos desde una perspectiva histórica al mercado del trabajo del olivar en Andalucía.
4.1. Organización del trabajo en el olivar. Cambios en el funcionamiento de las cuadrillas
Una de las características más destacables del mercado de trabajo en el olivar andaluz es, como en la mayor parte de las actividades agrarias, su estacionalidad. Es decir, la mayor parte de la mano de obra empleada en este cultivo se concentra en un corto intervalo de tiempo.
Tradicionalmente, la contratación se había realizado sobre la base del reclutamiento de grupos "estables" de trabajadores, es decir, mediante la utilización de las conocidas como "cuadrillas". Esto hacía que las cuadrillas o grupos de trabajadores adquiriesen un destacado papel como forma de organizar el trabajo. Los trabajadores eran, y todavía son en muchas ocasiones, contratados "en grupos" para realizar la misma actividad todos los años. Estos grupos, por tanto, tienen una experiencia acumulada, un aprendizaje, que les permite ser más productivos.
La configuración de las cuadrillas se realiza a partir de redes sociales a las que pertenece el "manijero", que es una persona de confianza del propietario, que se encarga, entre otras tareas, de seleccionar los trabajadores, controlar su asistencia, etc. Esto determina una primera forma de segmentación del mercado de trabajo en el cultivo del olivar. No todos tienen la misma posición en el mercado de trabajo.
La "cuadrilla" de trabajadores, como forma de organización del trabajo basada en un modelo de relaciones estables es retribuida generalmente a destajo. La organización del trabajo la asumen grupos autoorganizados. En este caso, el control de la calidad e intensidad del trabajo es, en la práctica asumida de forma colectiva. En este sentido, un agricultor afirmaba: "realizo la recolección a destajo, porque es más fácil de vigilar, unos a otros se aprietan, y si alguno no rinde el grupo lo expulsa, además, la recolección dura menos".
Por último, podemos señalar, junto al destajo y a las cuadrillas, una tercera forma de organizar el trabajo en el olivar. Es el caso de la contratación de una empresa para la gestión del personal. Esto supone un paso más en la senda de la flexibilización de las relaciones laborales, y la búsqueda de alternativas frente a la dependencia de formas tradicionales de trabajar de los jornaleros, para abaratar al máximo el coste del trabajo. La contratación de una empresa para la gestión del personal es muy frecuente en aquellas empresas que contratan a un número importante de trabajadores. En este sentido, el propietario de un latifundio mantenía: "El año pasado tenía mucha cosecha y contrate a una empresa, que lo ponía todo, la maquinaria, la gente, un autobús para traer y llevar a la gente, e incluso me ponía la aceituna en la almazara".
Con todo, podemos decir que la dinámica de acumulación que está siguiendo este cultivo en los últimos años, se acerca en buena medida a la del sistema post-fordista, al contratar a una mano de obra que tiene entre sus rasgos fundamentales su alto nivel de flexibilidad y precariedad, para reducir el coste del trabajo.
4.2. La modificación de tareas en el olivar: la recolección de las aceitunas
El coste de la recolección de las aceitunas en el olivar ha representado tradicionalmente más de 80% del coste total de la mano de obra empleada. El encarecimiento de los salarios obligó a una serie de transformaciones en el diseño de las explotaciones con la finalidad de facilitar la mecanización de esta tarea.
La introducción de maquinaria en la tarea de la recolección implica un fuerte aumento de la productividad del trabajo, que supera ampliamente a la recolección manual de la aceituna. El caso más destacado lo constituye el olivar de secano de rendimientos medios, en el que la productividad del trabajo de los minifundios que realizan la recolección de forma manual es de 250 kilogramos de aceitunas/jornal, y la que tienen los latifundios con vibradores de tronco la supera en más de tres veces (900 kilogramos de aceituna/jornal).
Además, se aprecia que salvo en el caso del olivar de secano de rendimientos altos, a medida que aumentan los rendimientos del olivar, la productividad del trabajo se incrementa, tanto en el caso de la recolección manual como la mecánica.
En el cultivo del olivar se generan más de 14 millones de jornales en una campaña, de los que el 33,3% corresponden al olivar de regadío, el 28,9% al secano de altos rendimientos, el 20,3% al olivar de secano de bajos rendimientos, y el 17,5% al olivar de secano de rendimientos medios. Por el contrario, si la tarea de la recolección se realizase de forma manual en su totalidad, se generarían más de 19 millones de jornales, de los que el 32% corresponderían al regadío, el 27,5% al olivar de secano de rendimientos altos, el 21,7% al olivar de secano de rendimientos medios, y el 18,8% al olivar de secano de rendimientos bajos.
De tal modo, que la utilización de los vibradores supone una pérdida de más de 4 millones de jornales, que corresponden al olivar de secano de rendimientos medios (37,5%), al olivar de regadío (19%), al olivar de secano de rendimientos medios (18,5%) y al olivar de secano de rendimientos bajos (16,6%).
En términos más desagregados, se advierte que la tasa de variación de los jornales perdidos se distribuye de un modo muy desigual. En este sentido, se producen pérdidas muy importantes en el latifundio (entre el 47% y el 65%) frente a pérdidas mucho más moderadas en el caso del minifundio (entre el 0% y el 23%).
De este modo, el intenso proceso de mecanización de la tarea de la recolección de la aceituna que presentan los latifundios, da lugar a las mayores pérdidas de jornales, mientras que los minifundios, por el contrario, con el reducido protagonismo que tiene la mecanización de esta tarea, tienen pérdidas de trabajo más reducidas. Además, se aprecia que mientras mayor es la dimensión de la explotación y el rendimiento del olivar, mayores son las pérdidas de jornales. Así, mientras que la reducción relativa de los jornales en los minifundios de secano de rendimientos bajos es del 5,2%, en el latifundio de regadío es del 65%.
4.3. La precariedad estructural del trabajo en el olivar andaluz. Estrategias jornaleras de resistencia
Como anteriormente se ha indicado, la recolección de la aceituna es la tarea que más mano de obra necesita el olivar. Esta actividad se realiza durante un período de tiempo muy reducido (Noviembre, Diciembre, Enero y, Febrero), lo que supone que el olivar para su funcionamiento necesita de un exceso estructural de mano de obra. De esta forma, el mercado de trabajo del cultivo del olivar tiene un claro carácter estacional. Esta realidad ha dado históricamente lugar a importantes niveles de malestar social entre los jornaleros.
Todo ello se ha acentuado en los últimos años con los procesos de reestructuración y globalización económica seguidos en este cultivo. En efecto, la búsqueda de mayores niveles de competitividad ha provocado la desaparición de tareas, y la reducción de la duración de otras. Antes la recolección de la aceituna se extendía 60 ó 70 días. Ahora no llega a 40 ó 50 días.
La elevada estacionalidad de este cultivo ha condicionado históricamente, y sigue condicionando toda la organización del trabajo. Los jornaleros han desarrollado a lo largo de la historia estrategias de defensa frente a esta acusada estacionalidad. Se trata de estrategias económicas que aseguran la subsistencia de los jornaleros, y de sus familias. Los jornaleros "se buscan la vida", sobre la base a un componente de creatividad, de iniciativa y no a partir de una mera adaptación pasiva a los condicionamientos del entorno. Las economías domésticas jornaleras, al no contar con medios de producción propios, construyen sus estrategias sobre el recurso básico del conjunto de la fuerza de trabajo disponible por el grupo doméstico (Palenzuela, 1996).
La fuerza de trabajo se ve obligada a adaptarse a esta dinámica de acumulación, en la que la demanda de trabajo en la agricultura es reducida y discontinua, cambiando de trabajo y de sector, en función de las necesidades de la economía. De este modo, en los últimos años se ha producido una importante transferencia al sector servicios, en busca de nuevas oportunidades de trabajo. Sin embargo, la diferencia fundamental respecto a la dinámica existente hasta los años setenta, se encuentra en que los jornaleros no se insertan completamente, y de forma estable en estos sectores. En buena medida, no lo hacen porque no pueden, ya que en muchos casos también se trata de actividades con una demanda estacional o fluctuante. Esto consolida un mercado de trabajo con unas relaciones laborales muy precarias.
No obstante, este modelo de organización del trabajo en el cultivo del olivar, también es susceptible de no atender la demanda de trabajo existente en momentos concretos. Cuando coinciden una elevada demanda de trabajo por parte, por un lado, de las actividades estacionales situadas fuera del sector agrario y, por otro, de la agricultura, resulta difícil encontrar trabajadores.
Esta situación, se está "solucionando" con la contratación de inmigrantes, que aceptan salarios más bajos y en peores condiciones de trabajo. Así, durante la campaña 2000/01, se estima en 4.000 los inmigrantes que trabajaron en la recolección de la aceitunas de los olivares jiennenses. Así, el campo se convierte en un refugio para los "trabajadores agrícolas tradicionales", al que pueden volver cuando desaparezcan sus ocupaciones en el complejo hostelería-construcción. Sin embargo, en el caso de sobrevenir una crisis que supusiese una reducción drástica de la oferta de trabajo en este complejo, esto provocaría la salida de los nuevos colectivos llegados al olivar andaluz, y que vienen a suplir la falta "temporal" de los jornaleros tradicionales.
4.4. Las mujeres como fuente de trabajo. Patrones de exclusión y necesidad de las mismas
En el mercado de trabajo del olivar, prima un tipo de familia tradicional en el que existe una distribución del trabajo según criterios de género, de modo que, sobre el hombre recae la responsabilidad de la manutención del grupo, y a las mujeres les corresponde el trabajo doméstico.
Este modelo de organización familiar primaba una exclusión de las mujeres del trabajo asalariado, marcando, por tanto, un patrón de exclusión de género del mercado laboral. Esta realidad se ha mantenido con el paso de los años, y aún se mantiene en la actualidad. De esta forma, en general, la participación de las mujeres en el trabajo asalariado es relativamente pequeña (15,3%) frente a la del hombre (84,7%), situación que, se advierte en todos los tipos de olivar.
La mujer sólo es contratada para una tarea muy concreta: la recolección de la aceituna. Por tanto, se recurre al trabajo femenino sólo en el momento de mayor escasez de fuerza de trabajo. De este modo, la participación de la mujer va destinada a obtener un salario complementario al del marido. Además, incluso dentro de la tarea de la recolección, tradicionalmente ha existido una distribución sexual del trabajo, que perjudicaba a la mujer. Su trabajo se correspondía con aquellas tareas peor remuneradas, como son la recogida de las aceitunas del suelo, y su limpieza, mientras que el hombre se ocupaba del derribo de las aceitunas, actividad que estaba mejor remunerada. No ha sido hasta la campaña 1998/99 cuando, como consecuencia de la presión social, los mecanismos de negociación colectiva han equiparado la remuneración de las distintas tareas.
La mecanización de la recolección de las aceitunas, ha sido un proceso que como anteriormente se ha analizado, ha reducido de un modo importante la demanda de trabajo en el olivar. Como además, la recolección era la tarea que acaparaba la práctica totalidad del empleo femenino, su mecanización ha afectado especialmente a las mujeres . Además, a esto se le suma el hecho de que la limpieza de las aceitunas ha pasado a realizarse en las almazaras. (2) Todo ello ha provocado que la demanda de jornaleras se haya reducido enormemente. Así, un jornalero mantenía: "Hoy en el campo, las mujeres no tienen sitio, pues los dueños prefieren para repasar con las varas las olivas, donde antes han estado los vibradores, y para mover los paños cargados de aceitunas, a los hombres".
No obstante, a veces, esta situación está provocando la reacción de muchos trabajadores, que sólo aceptan un puesto de trabajo en la recolección, si van acompañados de sus mujeres e hijas. Así, un agricultor afirmaba: "Las mujeres las tenemos que llevar, si no, no van sus maridos". De este modo, la racionalización del trabajo provocada por las mejoras técnicas, y que expulsa de esta tarea a las mujeres, ha sido amortiguada por la existencia de este tipo de estrategias familiares.
Además, en los últimos años, como consecuencia de las importantes incorporaciones de los jornaleros al sector de la construcción, un número importante de mujeres han sido contratadas para la recolección.
Todo ello convierte al trabajo de la mujer en mano de obra de reserva, que sólo se moviliza en momentos de gran demanda de trabajo, y cuando las condiciones familiares lo requieren, y siempre, como complemento del trabajo del hombre.
4.5. La población inmigrante. Una mano de obra atraída y rechazada
El fenómeno de la inmigración en la agricultura, se inserta en el contexto de los efectos que los procesos de reestructuración han provocado en el mercado de trabajo. La escasez puntual de mano de obra para realizar determinadas tareas, como puede ser la recolección de la aceituna, por los desplazamientos de los jornaleros tradicionales a otros sectores, fundamentalmente la construcción y la hostelería, permite la incorporación de los inmigrantes, muy necesitados y dispuestos a aceptar las duras condiciones de trabajo de la agricultura (Izcara, 2004 y 2005).
La existencia de los inmigrantes, es un factor que permite a las explotaciones agrícolas, y especialmente a las más pequeñas, profundizar en las condiciones de flexibilidad en la contratación, y conseguir importantes ahorros de costes, al plegarse a unas condiciones de trabajo que muchas veces se encuentran al margen de la ley (Avellá y García, 1995).
Sin embargo, la organización del trabajo vigente en el olivar no estaba configurada para favorecer la incorporación de esta nueva fuerza de trabajo. Como se ha indicado, las "cuadrillas" se formaban en base a un conjunto de relaciones personales en torno a la figura del "manijero". De este modo, no es extraño que esta forma de organizar el trabajo en el olivar no facilitase la incorporación de inmigrantes. Por ello, ha sido el destajo el que ha permitido la existencia de trabajadores inmigrantes en la actividad.
La incorporación de inmigrantes supone un nuevo cambio en la relación existente entre empleadores y trabajadores. Esta relación está influenciada por los rasgos propios de la identidad jornalera andaluza, que marcaba una forma muy particular de concebir el trabajo en la tierra. La llegada de los inmigrantes supone una transformación importante, pues éstos carecen de los esquemas reivindicativos sobre la tierra que tenía el jornalero tradicional. El trabajo en la tierra deja de ser un medio de legitimidad sobre la misma, para convertirse en una posibilidad más, entre otras, de satisfacer las necesidades humanas más perentorias. La "cultura" jornalera es lo suficientemente compleja para no ser asimilada de forma automática por los nuevos trabajadores. La cristalización de los elementos constituyentes de esa cultura del trabajo no se adquiere de forma automática cuando un individuo se coloca por vez primera el uniforme o el mono de trabajo, sino que es el producto de un proceso histórico, de una tradición y de una identidad (Palenzuela, 1995).
Además, la integración de los inmigrantes resulta muy difícil, porque entre otras razones, sólo participan en tareas estacionales como la recolección de la aceituna, y algunos agricultores muestran una actitud de rechazo hacia los mismos. Esto generando la convivencia conflictiva entre la sociedad local, y la creciente población inmigrante, socialmente desintegrada.
Así, Andalucía ha evolucionado en buena medida como anticipaba Berlan (1987), hacia un modelo de relaciones laborales, como el que existe en México o California, caracterizado por el recurso sistemático a una mano de obra, precaria, migrada, e intermitente, y en la que existe una elevada especialización de la región en una serie de actividades agrarias muy concretas orientadas hacia los mercados exteriores.
Los procesos de reestructuración que ha seguido este cultivo en la década de los setenta con las medidas que impulsaron las autoridades públicas españolas y, posteriormente en la década de los ochenta, con el sistema de protección que tiene en la U. E., así como los procesos de globalización económica, han acentuado en mayor medida el protagonismo del olivar andaluz. De tal modo que, en 2005, en Andalucía se encuentra el 60,1% de la superficie total del olivar español, y el 80,7% de la producción. Esto representa el 37,4% de la producción de la U. E. y casi el 27% de la producción mundial.
Además, el proceso de modernización del olivar no sólo ha incidido en los elementos ecológicos asociados a este cultivo, sino que ha terminado afectando también a los sociales. Se han producido unos cambios que han favorecido una creciente flexibilización en la organización del trabajo con la finalidad de aumentar la productividad del trabajo, y abaratar su coste. La modificación más notable ha sido la mecanización de la recolección de la aceituna, tarea que tradicionalmente generaba el mayor número de jornales en este cultivo, lo que ha provocado la desaparición de más de cuatro millones de jornales anuales. A esto hay que añadir los cambios que se han producido en las tareas más habituales en el olivar andaluz.
En definitiva, el crecimiento de la producción ha provocado que la organización del trabajo del olivar pierda buena parte de su carácter social, y que aumente la temporalidad del trabajo. Además, ha implicado una importante segmentación del mercado del trabajo, y una creciente diferenciación de los trabajadores sobre la base de criterios de género, étnicos, etc.
(1) De la superficie de olivar total en Andalucía, el 90% corresponde al olivar destinado a la producción de aceite de oliva y el 10% restante, a la producción de aceituna de mesa como alimento. En el primer caso, de cada cien kilogramos de aceitunas, se obtienen como media veinte kilogramos de aceite.
(2) Es un tipo de industria agroalimentaria dedicada a la extracción del aceite de oliva de las aceitunas .
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Fecha de recibido: 8 de febrero de
2007.
Fecha de publicado: 2 de septiembre de 2007.
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