Reseñas
Caggiano, Sergio y Jelin, Elizabeth (Compiladores). Disputas en torno a la tierra y el territorio. Valores, proyectos e imágenes en tensión. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Teseo, 2022, 214 páginas
Al recorrer los distintos trabajos del libro son múltiples las representaciones que se le asignan al hábitat o al paisaje, aun al territorio, conduciéndonos a la pregunta ineludible ¿es el territorio lo que está en disputa o son los sentidos acerca del territorio? La representación de la Pachamama o Madre Tierra aparece como una entidad sagrada y colectiva que engloba no solo el entorno natural, la tierra en sí, sino también invita a pensar las condiciones de vida de las poblaciones humanas y no humanas.1 Pues, ¿concebir como recurso explotable a la totalidad de los seres y bienes existentes sigue siendo viable? Ya no, sin dudas, pero ¿cuál es el camino? Esta forma de pensar al espacio plantea de alguna manera la disputa por la extensión, propiedad o usufructo y, sobre todo, sus construcciones de sentido que requieren de otras nociones como la de cuidado o de naturalezas con derechos. En un camino semejante, para el pueblo mapuche, estar en la tierra es estar recorriéndola, con otras escrituras del paisaje, opuestas a aquellas que se ciñen a las lógicas de la industria hidrocarburífera del sur de Argentina. Claramente hay al menos dos “lenguajes de valoración” diferentes, a veces opuestos, a veces rivales, como propone el economista español Martínez Allier que es traído en más de una oportunidad a estas páginas. Y una vez advertido esto, ¿cómo poner a dialogar lenguajes tales como la figuración del “campo argentino” dedicado al agronegocio ‒de horizontes pampeanos vacíos de trabajadores, no así de maquinarias y lluvias de químicos‒ con productores organizados alrededor del trabajo en el cordón verde platense (Provincia de Buenos Aires, Argentina)? El libro invita a esa lectura inquietante alrededor de un territorio fragmentado que la tapa del libro sintetiza. Hay en la portada una imagen capturada por tecnologías panópticas donde una salina es agrietada en decenas de fragmentos, producto de las disputas entre diferentes sectores sociales, económicos y políticos.
Las investigaciones abordan las últimas décadas del siglo XXI con metodologías variadas: trabajo de campo, análisis de documentos históricos, imágenes, discursos y plataformas mediáticas. En general están situados en provincias con paisajes bien diferentes: Jujuy, Córdoba, Buenos Aires, Río Negro.
"El puesto y la cigüeña. Proyectos de territorio en fricción al norte de la provincia de Río Negro" de Ana Catania Maldonado, Laura Mombello y Ana Spivak L’Hoste comienza con la visita a la comunidad mapuche Newen Kurruf, que había recibido, meses antes, la orden de desalojo de las tierras que habitan por décadas. Entre descripciones etnográficas de 2020 y un trabajo detenido sobre las categorías sociales: “campo abierto”, “parajes”, “puestos”, “lof” vecinos, entre otras, las autoras vuelven visibles los paisajes mapuche contemporáneos y las temporalidades en pugna que para la industria hidrocarburífera son un “estorbo”, valiéndose de otras como máquinas, “cigüeñas”, “cuenca”, “trazas de gasoductos”, “superficiarios”. La desigualdad entre ambos lenguajes de valoración da curso a una convivencia “donde los pobladores locales (indígenas y no indígenas), en franca desventaja por no ser dueños del subsuelo ni poder intervenir en las decisiones que se toman sobre los minerales, intentan mejorar sus ingresos ya sea vía el empleo en la industria o el cobro de servidumbres, teniendo en cuenta que sus actividades agrícola-ganaderas se ven seriamente afectadas y limitadas por el despliegue de la industria hidrocarburífera” (Maldonado, Mombello y Spivak L’Hoste, 2022).
El capítulo de Agustina Triquell, “Llamas, brasas y cenizas (y la tierra aún caliente)”, trae algunas figuraciones de los incendios pandémicos durante los meses de agosto y septiembre de 2020 en el Valle de Paravachasca, Córdoba, mientras más de 10 focos forestales ardían intencionalmente, esto es, por la expansión de la frontera urbana-inmobiliaria, de acuerdo con lo expresado por la asamblea de activistas y pobladores del valle que reactiva su organización alrededor del acontecimiento. Las figuraciones a las que aluden las imágenes en su conjunto analizan creativamente las etapas, intensidad y transformación de los incendios: de humo indicial a llama, de llama a brasa, de brasa a ceniza. Son imágenes que tienen la prisa de la coyuntura, y que fueron tomadas en su mayoría a partir del grupo de Whatsapp de la asamblea comunitaria, la cual volvió a activarse con nuevas consignas; tales como impedir el desarrollo de la instalación de la autovía “Variante Ruta Provincial 5” como preámbulo de una cadena de transformaciones en el valle. El capítulo es una muestra de cómo es posible hacer investigación social con el mundo próximo, poniendo mucho de lo personal en la producción de ideas, emociones, palabras, metáforas. Hay en ellas gente organizada, asistiendo a otrxs, apagando fuegos, rastreando el territorio y, sobre todo, dispuestas a una memoria futura.
“La coproducción transnacional de la Pachamama. Cambio climático y saberes indígenas en los discursos de Evo Morales en Naciones Unidas (2006-2010)” de Federico Rodrigo retoma, a través del análisis de distintos discursos dados por el presidente boliviano Evo Morales en el marco de las diversas reuniones de las Naciones Unidas, un planteo innovador, poniendo el foco en el modelo productivo capitalista y su relación con la crisis socioambiental, en particular, el cambio climático.
Desde el comienzo se propone que la pertenencia al movimiento indígena de Morales es de alguna forma lo que lo impulsa a llevar a cabo reivindicaciones vinculadas a la crítica al modelo productivo capitalista, contraponiendo esto a los principios de “vivir mejor”/”vivir bien”, “el llamado a desarrollar una forma de vida que no se base en la explotación y en el saqueo de la naturaleza y de otros pueblos humanos [...] sino en la solidaridad y la complementariedad, siguiendo las enseñanzas de los ancestros indígenas” (Rodrigo, 2022).
Desde este punto de vista es que Evo Morales, a través de sus discursos, logra instalar la discusión sobre el cambio climático y la imposibilidad de frenarlo teniendo como modelo productivo global el capitalismo actual. Resulta interesante poner en cuestión cuáles son los discursos y actores que logran tener relevancia en los marcos internacionales; siendo que Evo Morales ha sido un gran exponente de esta nueva perspectiva en la ONU, en la cual se plantea una contradicción entre el modelo capitalista y el “desarrollo sostenible”, pero aun así no logra ser audible ni tener el peso que debiera para sus interlocutores, sobre todo aquellos de los países centrales mayormente responsables de generar dichos cambios. Creemos que las líneas planteadas por el autor contribuyen a la pregunta sobre estos puntos, y en cuanto a esto último, a plantear el interrogante de qué discursos resultan legítimos, que actores lxs legitiman y cómo ponen en cuestión ‒o no‒ al modelo productivo actual.
El cuarto capítulo, “Puna N1 ≠ Puna N2. Minería litífera y campos de interlocución en la puna jujeña” de Gonzalo Federico Zubia, abre una serie de discusiones que se presentan en torno a los impactos y transformaciones que generaría la explotación litífera en la región jujeña de las Salinas Grandes, Purmamarca; y de los salares de Olaroz y Cauchari, Susques; donde ya han sido inauguradas las plantas para el procesamiento del mineral. La controversia principal se centra en la forma en la que se inserta la explotación litífera en los territorios. Para ello se sirve de la categoría de “aterrizaje”, utilizada para describir en muchos casos “el impacto abrupto de los cambios regionales producto de la instalación de los complejos mineros” (Zubia, 2022). Siguiendo este recorrido, el autor propone discutir la categoría, describiendo en profundidad uno de los casos en los cuales no se daría un aterrizaje en los términos planteados, sino más bien una introducción paulatina del complejo sociotecnológico que, de alguna forma, a medida que comienza a cobrar mayor importancia, ‒logra atender positivamente algunas problemáticas que se plantean como preludio de la llegada de la empresa, esto es, la poca población joven producto de la migración a la capital de la provincia que ante la llegada de oportunidades, retornan, en busca de trabajo y/o estudios; y de derechos básicos como internet, nuevas escuelas, electricidad.
Por el contrario, el capítulo deja otras preocupaciones abiertas como el grado de negociación del estado provincial ante estos megaproyectos o los efectos producidos en el agua consumible por el uso del agua salobre durante el procesamiento químico de los minerales que las comunidades indígenas denuncian, así también la contaminación por desechos en la etapa de abandono de la extracción litífera.
“Preparados, ferias y bolsones: agroecología, un horizonte de innovación en el sector hortícola de Gran La Plata” de Candela Victoria Díaz y Darío Martínez, se sitúa en el cinturón frutihortícola de La Plata entre las organizaciones sociales que desarrollan un cultivo agroecológico en su mayoría. Lxs autores hacen hincapié en el pasaje desde la agricultura convencional2 ‒tomado como la producción con agroquímicos y/o semillas modificadas genéticamente‒ hacia la agroecología por estxs productores.
Adentrándose en dicho análisis, lxs autores presentan la perspectiva económica del paso hacia la agroecología, teniendo en cuenta su trasfondo productivo familiar. El primer foco está puesto en la situación económica del país durante el año 2018, momento en el cual se acrecienta el interés por la producción agroecológica. En este año se dan dos situaciones destacables, por un lado, las tormentas habían afectado las quintas con graves pérdidas y por otro lado, una grave devaluación del peso argentino causado por una subida del dólar.3 Como consecuencia de esta suba se dio un incremento en las tarifas de los servicios de luz y agua, el costo del alquiler de las quintas y de los materiales para rearmar los invernaderos y agroquímicos conduciendo a un endeudamiento de lxs productorxs con los comercios que le proveían de estos insumos y a un deterioro cada vez mayor de sus condiciones de vida. Bajo estas circunstancias, lxs productorxs comenzaron a gestar diversos espacios de organización y movilización que lxs incentivaba a generar reclamos y a la vez a compartir conocimientos sobre formas alternativas de producción. En estas búsquedas empezaron a vincularse tanto con organismos estatales como el INTA u organizaciones políticas ‒UTT y MTE Rural‒ que les permitieron conocer nuevas prácticas que promueven el ejercicio de la agroecología. A la vez que incorporaron técnicas e insumos de la agroecología de producción hortícola, las familias productoras implementaron semillas y fertilizantes naturales de bajo costo en sus cultivos activando una memoria campesina-indígena propia.
Como último punto a resaltar, nos parece interesante la perspectiva que se plantea por parte de lxs autores sobre la agroecología como modalidad alternativa de producción a la convencional. A través de la contraposición propuesta entre ambos modelos se entrevé cómo la agricultura intensiva o convencional, de costos sumamente altos, desplaza nuevamente a las familias productoras ‒o también llamadxs pequeñxs productorxs‒ del campo a la ciudad. Y lo decimos nuevamente porque podríamos contemplar otros factores expulsivos precedentes como lo son la utilización de más maquinaria en el afán de reducir tiempos de trabajo y/o costos por lxs trabajadores.
Es decir, notamos que en este trabajo lxs autorxs comienzan a introducir la idea de que probablemente hay otra disputa en juego también, vinculada al interrogante: ¿Quiénes ‒o mejor dicho qué sectores o clases sociales‒ pueden producir bajo los parámetros de la agricultura convencional?
En el cierre, el texto de Sergio Caggiano, “Hortalizas, cuerpos y trabajo. La agroecología como discusión de las relaciones sociales de producción” clarifica el panorama agrícola en el Gran La Plata, a partir de tres modelos agrícolas también presentes a escala país. Uno de ellos es el mundo de “lo orgánico” que parece instalarse como novedad entre los sectores sociales privilegiados frente al avance de la agricultura intensiva, embebida de agroquímicos. El segundo modelo, en sus distintas fases, presupone una “modernización” del campo a nivel global, a manos de un núcleo chico de empresas multinacionales. Por último, la agroecología como tercer modelo, pisando fuerte y ya con su popularidad desde los años 1970; con actores que la impulsan a raíz del impacto sanitario del uso de pesticidas, y por el costo abrumador de la agricultura convencional, como fue presentado en el capítulo anterior.
Pese a los diferentes “lenguajes de valoración” alternativos o hegemónicos que ofrece el texto, encontramos dos discusiones más que interesantes que trascienden la especificidad de cada modelo y que nos hablan de un circuito de producción y comercialización alimentaria en su conjunto. Una discusión relacionada a los sellos o certificaciones de esa producción y a las luchas que puedan residir allí, con la mirada apostando los rincones de las estanterías, bolsones o cajas de frutas y hortalizas, para habilitar, a fin de cuentas, la pregunta de ¿quién legitima el proceso? ¿una empresa internacional que promueve “mejores negocios”? ¿la organización social y política que los produce a través de los Sistemas Participativos de Garantía? ¿el estado? ¿Es en los sellos donde aparece la ideología y la politicidad?
La otra discusión, y que no deja de estar relacionada con la anterior, es si podemos hablar de la existencia de trabajadores en todo este proceso, o en las mismas imágenes que Caggiano observa a través de las plataformas. Cuando un producto es difundido ¿solo son tenidas en cuenta las condiciones bromatológicas o de higiene? ¿o también consideramos las relaciones laborales y sociales? ¿Es posible colocar el sello cuando desconocemos o denegamos la explotación entre trabajadores?
Caggiano advierte un punto en común entre la agricultura convencional y la producción orgánica, y es que las personas, sus trabajadores, están ausentes. Tanto por la maquinaria que lxs reemplaza en el primer modelo, o por la imagen antiséptica que promueve “lo orgánico”. No así entre las imágenes de las organizaciones de productores como UTT o el MTE Rural donde lxs trabajadores urbanos van hacia los campos o los campos hacia las urbes en la clave de conexión de Williams (1973) que indaga su relación, y que aquí tiene lugar en la esfera pública con la protesta de lxs trabajadores donde “brazos y manos terminan en berenjena, morrón o lechuga” porque lo que todas estas imágenes muestran es “la relación de esos cuerpos con el trabajo y con el producto de su trabajo” (Caggiano, 2022).
Notas
Recepción: 14 Junio 2023
Aprobación: 08 Julio 2023
Publicación: 01 Agosto 2023