Artículos
Después del silencio, la lucha por el territorio. Procesos de reorganización y resistencia territorial de comunidades diaguitas del departamento Santa María, Catamarca (2000-2022)
Resumen: El presente artículo abona a la comprensión de los procesos de reorganización étnica y resistencia territorial de comunidades indígenas en contextos de avance de modelos extractivistas. En particular, se propone analizar e historizar los procesos de reorganización (inter)comunitaria diaguita en el departamento de Santa María (Catamarca) (2000-2022), a partir de la identificación de diferentes momentos vinculados a los procesos de construcción identitaria, luchas por el reconocimiento de derechos y disputas territoriales. El abordaje de la investigación se basó en un diseño metodológico predominantemente cualitativo, mediante entrevistas en profundidad, observaciones y análisis de fuentes documentales. Se advierte que en las últimas dos décadas tanto la afirmación identitaria como el ejercicio de la defensa territorial han asumido una importancia central en los procesos de territorialización diaguita. La territorialidad (inter)comunitaria se ha ido vigorizando en el marco de la (re)construcción de una espacialidad propia, en el marco de conflictos territoriales e incumplimientos en el reconocimiento de derechos.
Palabras clave: Movimientos Indígenas, Resistencias Territoriales, Reorganización Indígena Intercomunitaria, Pueblo Diaguita.
After silence, the struggle for territory. Processes of reorganization and territorial resistance of Diaguita communities in the department of Santa María, Catamarca (2000-2022)
Abstract: This article contributes to the understanding of the processes of ethnic reorganization and territorial resistance of indigenous communities in contexts of advance of extractivist models. In particular, it is proposed to analyze and historicize the processes of Diaguita (inter)community reorganization in the department of Santa María (Catamarca) (2000-2022), based on the identification of different moments linked to the processes of identity construction, struggles for the recognition of rights and territorial disputes. The research approach was based on a predominantly qualitative methodological design, through in-depth interviews, observations and analysis of documentary sources. It is noted that in the last two decades both identity affirmation and the exercise of territorial defense have assumed central importance in the processes of Diaguita territorialization. (Inter)community territoriality has been strengthened within the framework of the (re)construction of its own spatiality, within the framework of territorial conflicts and failures to recognize rights.
Keywords: Indigenous Movements, Territorial Resistances, Intercommunity Indigenous Reorganization, Diaguita People.
Introducción
En el presente artículo se comparten de manera sintética parte de los resultados de un trabajo de investigación1 que se propuso analizar y comprender desde una perspectiva multidimensional la construcción de territorialidades indígenas comunitarias en el marco de procesos de reorganización étnica y resistencia territorial de comunidades diaguitas de Catamarca (2000-2022). Dichos procesos, que se vienen desplegando desde los albores del siglo XXI, han implicado una reconstrucción identitaria a través de luchas por el reconocimiento de derechos y disputas territoriales frente al avance de modelos de desarrollo capitalistas, que implican despojo y mercantilización de sus territorios.
En el transcurso de los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI la presencia indígena se hizo evidente en todos los países de América Latina –con diferentes grados y características–, a través del lugar central que comenzó a asumir el carácter étnico de las demandas y movilizaciones sociales. En el marco de dicha (re)emergencia indígena (Bengoa, 2016), comunidades y pueblos indígenas han atravesado importantes procesos de reorganización comunitaria, los cuales han implicado, asimismo, procesos de reafirmación étnica (Toledo Llancaqueo, 2005; Segato, 2007) y r-existencia territorial (Porto Gonçalves, 2002). Esta reconstrucción identitaria se ha ido configurando a través de luchas de resistencia territorial para hacer frente al avance de modelos de desarrollo extractivistas inducidos por la globalización capitalista (Svampa y Viale, 2014). Según Bengoa (2016), durante mucho tiempo la cuestión indígena estuvo invisibilizada en un largo período que se ha denominado “el silencio indio” en la que el esfuerzo de los Estados fue la asimilación o eliminación, y el de las poblaciones indígenas la resistencia silenciosa.
En Argentina –al igual que en gran parte de los países latinoamericanos–, como resultado de la histórica lucha de los movimientos indígenas, a partir de la década del noventa comienzan a incorporarse en el marco normativo nacional tratados internacionales vinculados al reconocimiento cultural y territorial de los pueblos indígenas, al mismo tiempo que se introducen directamente en la Constitución Nacional artículos que reconocen explícitamente estos derechos (Briones, 2020; García Guerreiro, Hadad y Wahren, 2018; Gordillo y Hirsch, 2010). Si bien dichos logros en términos normativos e institucionales han significado un importante paso para los pueblos y comunidades indígenas, la falta de implementación y el incumplimiento efectivo de gran parte de sus derechos empuja a las organizaciones indígenas a continuar luchando en defensa del reconocimiento de sus prácticas culturales y sus territorios, mientras deben hacer frente al avance de modelos de desarrollo que las excluyen, reprimen y acorralan, y que dan continuidad a los mismos patrones coloniales de siglos atrás (Quijano, 2000; Escobar, 2014).
Las comunidades diaguitas bajo estudio comienzan a reorganizarse y afirmarse étnicamente de manera reciente –a comienzos del presente siglo–, en el marco de los procesos de reconocimiento institucional de los pueblos indígenas que se venían desarrollando a nivel nacional (García Guerreiro, 2022). A partir de lo expuesto por Toledo Llancaqueo (2005), comprendemos los procesos de reorganización comunitaria indígena como la construcción de subjetividades políticas comunitarias a través del ejercicio de hecho de la libre determinación, por la vía de la reafirmación de sus propias estructuras territoriales, lo cual incluye aspectos simbólico-culturales; de propiedad y uso de recursos y tierras; dimensiones de jurisdicción, control, autonomía y autogobierno. Asimismo, partimos de la idea de que los procesos de reorganización étnica antes mencionados han implicado, a su vez, una (re)territorialización comunitaria, para la cual ha asumido importancia la revalorización de ciertas prácticas y saberes tradicionales, que implican, en la mayoría de los casos, revertir imaginarios estigmatizantes y coloniales, y defender un modo de vida arraigada en la comunalidad (Martínez Luna, 2016; Esteva, 2016) y la pertenencia al territorio. Por otro lado, enmarcamos dichos procesos en escenarios de avance neoextractivista (Acosta, 2011; Gudynas, 2011; Svampa, 2019; Svampa y Viale, 2014) que han caracterizado a la región durante las últimas décadas, lo cual afecta el modo de comprender y significar los territorios, con emergencia de nuevas formas de territorialidad que redefinen la funcionalidad de las territorialidades heredadas (Porto Gonçalves, 2001).
Cabe mencionar que los últimos años del siglo XX inauguraron una nueva etapa en la cual la provincia de Catamarca, a diferencia de lo sucedido hasta ese momento, comenzaría a adoptar una dinámica económica en sintonía con el modelo de desarrollo dominante a nivel nacional. Así, desde la década del noventa comienzan a evidenciarse cambios en la estructura productiva provincial ligados al desarrollo de la actividad megaminera en el marco de lo que se ha denominado “nuevo ciclo minero para la región” (OCMAL, 2015).
En la provincia de Catamarca, el paradigma megaminero dio inicio con la instalación de la mina Bajo de la Alumbrera, la cual no solo constituyó el primer y más grande proyecto de megaminería a cielo abierto de la provincia, sino también de la Argentina (e incluso uno de los más importantes de América Latina). Como observaba Machado Araoz, “la envergadura y las dimensiones del emprendimiento contrastan notablemente con las variables y los indicadores históricos de la geografía económica provincial” (2009, p. 208). Se trata de una mina dedicada a la explotación de un concentrado polimetálico, cuyos principales metales declarados son cobre, oro y molibdeno.
El desarrollo y profundización de este paradigma megaminero y ciertas transformaciones socioeconómicas ocasionadas a nivel regional durante las últimas décadas del siglo pasado, ligadas, por ejemplo, a la mecanización de la agroindustria cañera-azucarera y la ruptura del clivaje de trabajo zafrero, han afectado estructuralmente la realidad de los mundos rurales de la zona bajo estudio (Cruz y Morandi, 2017; Giarracca, Bidaseca y Mariotti, 2001). Estos elementos están presentes en la reconfiguración de las estrategias familiares y comunitarias de quienes en las dos últimas décadas han protagonizado los procesos de reorganización étnica y defensa territorial (inter)comunitaria diaguita que nos hemos propuesto analizar.
Las comunidades con las que trabajamos se encuentran en procesos de resistencia territorial, es decir, defendiendo su territorio y territorialidad y, por tanto, sus mundos de vida e identidad comunitaria, frente a reiterados intentos de desalojo o usurpación territorial por parte de privados, o de ingreso a sus territorios con proyectos extractivistas para la exploración y explotación minera, por ejemplo. Así, la defensa de su modo de vida incluye la lucha por la autodeterminación territorial, ya sea en la definición de sus formas de gobierno, la salud, la educación, y demás dimensiones de la vida social comunitaria. Esto implica muchas veces conflictos no solo con actores privados, sino con el mismo Estado, con el que mantienen permanentemente negociaciones y reclamos por el respeto de sus derechos.
A partir de lo antedicho, el presente artículo continúa con un apartado donde se mencionan los objetivos de investigación y algunas precisiones respecto al recorte y abordaje metodológico. Posteriormente, se comparten algunos resultados de la investigación, a partir de la historización y caracterización de los procesos reorganizativos (inter)comunitarios diaguitas bajo estudio. Por último, se presentan algunas reflexiones finales a modo de conclusión.
Objetivos y metodología
En términos generales, la investigación se ha preguntado por las características que han venido asumiendo durante las últimas décadas los procesos organizativos indígenas (inter)comunitarios en el departamento de Santa María (Catamarca) en el marco de territorialidades en disputa, centrando la atención en las estrategias construidas en las luchas por la defensa de los territorios comunitarios y los derechos colectivos indígenas frente al avance de modelos de desarrollo modernos/coloniales/capitalistas extractivos hegemónicos.
El abordaje de la investigación se basó en un diseño metodológico predominantemente cualitativo, aunque se apeló a un “uso combinado” (Valles, 2002) de metodologías cualitativas y cuantitativas para una comprensión multidimensional del problema de investigación. En tal sentido, se llevó a cabo una suerte de artesanía intelectual –en términos de Wrigth Mills (1961)–, para lo cual se combinaron múltiples métodos, materiales empíricos y perspectivas, fortalecidos siempre por el acercamiento íntimo que se mantuvo con el tema de estudio. Para el análisis macrosocial se trabajó a partir de datos secundarios (fuentes estadísticas, documentales, periodísticas), y para un nivel microsocial se recurrió, como principales herramientas metodológicas, a entrevistas en profundidad y observaciones, que se han sostenido a partir de vínculos construidos previamente con las comunidades, ya sea en trabajos de investigación anteriores como en acciones que exceden los objetivos de la investigación.
Se prestó especial atención a las dimensiones simbólicas de la acción social y la perspectiva de los sujetos sociales (Long, 2007; Long y Long, 1992; Guber, 1991). Se buscó así comprender las tramas de sentido que se tejen en la acción social (Guerrero Arias, 2010) y que emergen mediante la interacción y el diálogo con los actores involucrados (autoridades comunitarias, referentes, comuneros/as diaguitas, así como también técnicos y otros actores presentes en el territorio), en el marco de una estructura social determinada que los constriñe, pero no los sobredetermina (Giddens, 1993).
El universo de análisis de la investigación han sido las comunidades diaguitas situadas en el departamento de Santa María (Catamarca) (ver Tabla 1), en particular aquellas que se encuentran nucleadas en la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita de Catamarca (ver Mapa 1), como espacio organizativo intercomunitario que congrega a diferentes comunidades indígenas de la provincia.
Comunidad | Departamento | Familias | Año de reorganización | UPND | Personería Jurídica |
Comunidad Originaria Cerro Pintao - Las Mojarras | Santa María | 40 | 2005 | Sí | Res. INAI 384/2010 2010-08-11 |
Comunidad Originaria Ingamana | Santa María | s/d | 2005 | No | Res. INAI 385/2010 2010-08-11 |
Comunidad indígena Paloma Yaco | Santa María | s/d | s/d | No | No tiene |
Comunidad Indígena Loro Huasi | Santa María | s/d | s/d | No | No tiene |
Comunidad Indígena La Hoyada | Santa María | 40 | 2010 | Sí | No tiene |
Comunidad Indígena Toro Yaco | Santa María | 18 | 2011 | Sí | No tiene |
Comunidad Indígena Alto Valle El Cajón | Santa María | 79 | 2011 | Sí | No tiene |
Comunidad Indígena Famabalasto | Santa María | 30 | 2011 | Sí | No tiene |
Comunidad Indígena La Quebrada | Santa María | 12 | 2015 | Sí | No tiene |
El recorte geográfico tuvo su fundamento en razones de factibilidad –dado lo extenso de los territorios–, y el recorte temporal (2000-2022) se basó en el hecho de que ha sido durante ese período que se han manifestado los procesos de emergencia y reorganización de las comunidades bajo estudio en la provincia de Catamarca. Dicha delimitación no tuvo la intención de compartimentar los territorios; por el contrario, los límites territoriales estatales u oficiales –como es el caso de los distritos municipales, departamentales, provinciales– no corresponden con la comprensión territorial que tienen las comunidades bajo estudio. El hecho de circunscribir la investigación al departamento Santa María respondió a la necesidad de definir una unidad empírica con fines principalmente analíticos bajo un criterio de factibilidad. Asimismo, cabe destacar que en el departamento Santa María encontramos comunidades diaguitas emblemáticas de los procesos de (re)organización indígena de la provincia, así como un número importante de comunidades que forman parte de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita de Catamarca.
Las comunidades diaguitas mencionadas se encuentran ubicadas mayormente en lo que se denomina la “zona serrana” de Santa María, es decir, los cerros y zonas de alta montaña del Valle de Yocavil y el Alto Valle del Cajón, en cercanías de los ríos que corren por los mencionados valles. Cabe destacar que las familias comuneras mantienen un vínculo constante y frecuente con la zona más baja, que se encuentra más urbanizada y donde se concentra una buena parte de las actividades político-administrativas, comerciales, establecimientos educativos y centros de salud del departamento.
Historizando los procesos de resistencia territorial y reorganización (inter)comunitaria diaguita en el departamento Santa María
A partir del relato oral de diferentes referentes comunitarios, así como de informantes claves, se ha buscado historizar los procesos de reorganización comunitaria e intercomunitaria diaguita en el departamento de Santa María (Catamarca), atendiendo a elementos posibilitadores y características que fue asumiendo la territorialización comunitaria y la afirmación identitaria (inter)comunitaria diaguita en las últimas décadas. De ese modo, se buscó caracterizar el proceso organizativo que ha atravesado cada una de las comunidades, así como la articulación intercomunitaria en el marco de la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita (UPND) de Catamarca. En ese recorrido histórico, podemos identificar, recuperando a Melucci (1994), diferentes fases de la organización (inter)comunitaria en tanto acción colectiva, en las que pueden distinguirse tanto momentos de latencia2 como momentos de mayor visibilidad. Respecto al caso bajo análisis, las fases de latencia están vinculadas a aquellos momentos en los que se reconstruye la etnicidad, se entraman sentidos de unidad como pueblo y se ponen en práctica diferentes dimensiones de la territorialidad indígena comunitaria. Los espacios asamblearios y la construcción de la unión colectiva desde la deliberación serán parte central en la afirmación de nuevas discursividades y subjetividades políticas. Del mismo modo, lo serán las acciones de autodeterminación territorial, de construcción de propuestas productivas comunitarias o de revalorización de los saberes y prácticas ancestrales –en torno a la medicina tradicional, por ejemplo– que implican en muchos casos procesos de (re)territorialización comunitaria y/o disputas territoriales con otros actores de un modo no necesariamente visible. Es decir, se trata de momentos de la acción colectiva que se complementan con aquellas fases de mayor visibilidad en las cuales se manifiesta la confrontación con el sistema político hegemónico de manera visible, y la acción colectiva irrumpe en el espacio público, mediante movilizaciones, acciones de protesta, declaraciones públicas, entre otras posibles manifestaciones.
Así, a los fines analíticos, se identificaron cuatro momentos diferenciados3 en el proceso de reorganización comunitaria e intercomunitaria diaguita en el departamento de Santa María (Catamarca) que se presentan de manera sintética a continuación.
Un primer momento (2000-2010) lo hemos caracterizado como de reencuentro con la identidad diaguita, (auto)reconocimiento de derechos y reorganización comunitaria. Cabe mencionar que, si bien no hay un momento fundacional que pueda definirse como el inicio del proceso de reorganización del pueblo diaguita en Catamarca, a partir de los testimonios de comuneros/as y autoridades comunitarias, podemos identificar los primeros años del nuevo siglo como el escenario de su resurgimiento. La experiencia de las comunidades de Amaicha del Valle y de Quilmes (Pierini, 2020; Tolosa, 2018) de la vecina provincia de Tucumán serviría de antecedente y catalizador para la reorganización comunitaria en Catamarca, así como las acciones llevadas a cabo por aquellos años para construir una organización intercomunitaria de la nación diaguita que articulará la lucha de los diferentes pueblos trasvasando las fronteras provinciales y jurisdiccionales impuestas por el Estado (Lanusse, 2013; Sabio Collado y Milana, 2018).
El año 2005 puede establecerse como un hito en ese recorrido, ya que el 3 de julio de ese año se llevó a cabo en la localidad de Colalao del Valle (territorio del pueblo quilmes, en Tucumán) la primera asamblea del pueblo nación diaguita. Si bien ya se venían realizando encuentros entre comunidades y referentes diaguitas de diferentes provincias, es en dicha oportunidad que se conforma la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita (UPND), que aglutinaba la lucha de comunidades diaguitas de Tucumán, Salta, Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja.4 De ese modo, la UPND se conformaba como
una instancia de coordinación, conformada por Autoridades Tradicionales de cada comunidad diaguita, en ejercicio de los derechos reconocidos constitucionalmente, para reconstruir su histórica forma de vida comunitaria, y hacer frente a los atropellos que se ejerce en cuanto a la enajenación territorial y el saqueo de recursos naturales (UPNDT, 2012).
Es en 2005, luego de ese primer encuentro en Colalao, que se realiza la primera asamblea de la Comunidad Originaria Cerro Pintao, una de las primeras en reorganizarse en la provincia de Catamarca. Así, mediante intercambios con referentes y autoridades comunitarias de la zona y la participación en diferentes instancias organizativas de la UPND,5 se fue forjando la reorganización de comunidades diaguitas en otros puntos de la provincia.
después del silencio, de tantos años de silencio, las comunidades han comenzado a resurgir, a tener voz, porque ya se hicieron ya los convenios, por ejemplo, después en el año 94 cuando se hizo la reforma de la constitución, bueno, nosotros ya estábamos... ya estábamos un poco más empapados en esto, ¿no? Y fue así... y luchar, llegó un día en que digo “¿cómo si somos originarios no podemos armar una comunidad?” Y fue mía la iniciativa, ¿no? Fue mía de buscar a la gente, de contar, de buscarlo, de...bueno, muchos han apoyado, y bueno, muchos se burlaron también de mí, “Que no, que no son indígenas, que ellos son españoles, que los indios eran hace años, que no…” (cacique de la comunidad Cerro Pintao, entrevista, febrero 2020).
Uno de los rasgos clave de esta reemergencia indígena ha sido la toma de conciencia por parte de grupos indígenas de ciertos rasgos culturales para hacer de ellos “su cultura”, es decir, para reafirmar o reconstruir una identidad cultural propia (Lazzari, 2018). Las marcas étnicas no dejaron de estar, solo se encontraban veladas, solapadas, invisibilizadas, silenciadas, despreciadas. El cacique de la Comunidad indígena La Quebrada así lo describía:
Siempre nuestra cultura ha estado, nada más que muchas veces no entendíamos que esa cultura era porque éramos diaguitas… y la parte de la cosmovisión que tenemos… nuestros símbolos, digamos, de los cuatro elementos naturales de la vida, vitales que son para poder subsistir, entonces, eso nos lleva a pensar y a analizar y convencerse cada día más de que es un proceso que es de rescate de lo nuestro, de que no sigamos lo que nos imponen (cacique de la comunidad La Quebrada, entrevista, Septiembre 2019).
Así lo señalaba también una comunera de la Comunidad indígena Toro Yaco, mostrando la continuidad de dicho proceso:
ando también por el camino de reconstrucción, de reencuentro, de ¿cómo le podría decir?, de reconocimiento de nuestras raíces. La verdad es que estábamos tan alejados, tan pero tan alejados de nuestra realidad, ¿no? Cada día es como que uno va... nos vamos acercando más a nuestras raíces (comunera de la comunidad Toro Yaco, conversación, septiembre 2020).
Se trata de una reapropiación de la identidad indígena que habilita el surgimiento de subjetividades políticas que reivindican su diferencia. La identidad diaguita es reafirmada desde la recuperación de prácticas, saberes, cosmovisiones, pero también a partir de rechazar el lugar que otros sujetos le imponen o le han asignado dentro del espacio social. Así, ese camino de revalorización ha implicado mayormente romper con patrones coloniales de poder/saber que les inferiorizan, descalifican y estigmatizan en tanto sujetos indígenas.
Las luchas y el posicionamiento que asumen las comunidades frente a estas situaciones implican, en términos de Porto-Gonçalves (2002), un cambio de lugar social a partir de movilizarse en busca de la afirmación de las cualidades que creen que justifican su existencia. Este cambio en la construcción de su subjetividad, tanto individual como colectiva, puede comprenderse, a su vez –en términos de Rodríguez y Lorandi (2005) y Fontenla (2018)–, como una (re)apropiación del pasado y de su identidad étnica. En la construcción de la identidad diaguita tiene una fuerte presencia su historia guerrera, la cual se asienta en leyendas y reconstrucciones de los sucesos pasados que hablan de duras resistencias, tanto frente al avance del imperio incaico como a la invasión española durante las llamadas “guerras calchaquíes” (en los siglos XVI y XVII).
El reconocimiento de la pertenencia diaguita, por mucho tiempo silenciada –e incluso, resguardada–, permitió emerger una discursividad política que potencia las luchas y reclamos históricos en torno a sus derechos colectivos y territoriales. La delegada de base de la Comunidad Indígena La Hoyada y secretaria general de la UPND Catamarca así describía su incorporación en la lucha del pueblo diaguita, cuando el cacique de la comunidad Ingamana le propuso ser parte de la comunidad:
(…) cuando alguien se ha presentado y me ha dicho, “¿Vos querés ser organizada en una comunidad que luche, ser india?”, directamente me dice... “Sí, por qué no voy a ser india si yo vengo de los indios, soy india”. Entonces de ahí comencé yo a seguir más y más (delegada de base de la Comunidad Indígena La Hoyada, secretaria general UPND Catamarca, entrevista, febrero 2020).
La reorganización comunitaria vino a despertar y a alimentar esa identidad diaguita que estaba de algún modo invisibilizada, pero que resultaba necesario actualizar, compartir y revalorizar colectivamente. En ese marco, se manifiesta una discursividad que hace referencia a la causa indígena como lucha compartida basada en un “sentimiento indígena” en vínculo estrecho con el territorio, que alimenta los procesos de (re)existencia y la construcción de territorialidades (inter)comunitarias propias.
El que tiene sentimiento indígena, por más que sea cacique o un comunero cualquiera, pero que tenga sentimiento indígena va a hacer respetar, se va a hacer respetar, su personalidad, su persona, y su territorio, porque lo que hay que defender es el territorio. Al defender el territorio uno defiende a toda la gente que tenemos dentro del territorio (cacique Comunidad Cerro Pintao, entrevista, febrero 2022).
Así, los procesos de reorganización comunitaria han ido en paralelo con diversas situaciones vinculadas a la afirmación identitaria, pero también a la defensa territorial como pueblo indígena, a partir del (auto)reconocimiento de derechos. Este nuevo posicionamiento étnico colectivo visibilizó situaciones de injusticia, lo que posibilitó un cambio en el orden social. La reorganización de las comunidades permitió, en ese sentido, que muchas familias lograran dejar de pagar “pastaje” o arriendo para el desarrollo de sus producciones, desconociendo al “patrón” y asumiendo la defensa y la lucha por el reconocimiento de sus posesiones ancestrales.
Posteriormente, identificamos un segundo momento (2010-2014), caracterizado por procesos reivindicativos frente al Estado, politización de las identidades étnicas y organización intercomunitaria para la defensa territorial. Por aquellos años, el proceso reorganizativo comunitario se fue ampliando (como se puede observar también en la Tabla 1) y multiplicando en Santa María, como también en otros departamentos como Belén y Andalgalá. Si bien la lucha indígena en Catamarca durante este período se mantuvo en un plano de cierta invisibilidad política, por lo bajo y en la latencia (Melucci, 1994) el proceso se iba profundizando y de a poco la historia comenzaba a cambiar.
El año 2010 marca un nuevo hito en el proceso reorganizativo de las comunidades diaguitas de Catamarca, en particular en el departamento de Santa María, donde algunas bases que hasta ese momento pertenecían a la comunidad Ingamana toman la decisión de desmembrarse para conformar comunidades independientes.6 Dicha desvinculación surgió a raíz de cierta disconformidad con el modo en que se venía organizando la comunidad, cuya cobertura territorial abarcaba por ese entonces prácticamente todo el distrito de San José. Quienes participaron de ese proceso señalan entre las razones para desvincularse la exigua comunicación entre la autoridad comunitaria y las bases, el carácter personalista de su liderazgo y ciertos manejos poco transparentes y arbitrarios en la gestión de los recursos.
Estos distanciamientos y desencuentros respecto a los sentidos y objetivos de la reorganización comunitaria marcarán fuertemente el caminar posterior de las comunidades que luego conformarán la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Catamarca, dado que les permitirá identificar con mayor claridad el horizonte de la lucha, así como sus límites. En tal sentido, irán configurando los posicionamientos que como comunidades diaguitas construirán con relación a la política partidaria, el Estado, las corporaciones mineras u otros actores en los territorios. Cuales casos ejemplificadores servirán para identificar y diferenciar valores, prácticas y acciones “no deseables” en el marco de la organización y de la lucha territorial comunitaria, lo que, a su vez, permitirá identificar afinidades, sinergias y empatías –como también conflictos o desencuentros– con otras comunidades hermanas.
En este período la afirmación étnica comunitaria se acompañó de un proceso de empoderamiento y de lucha por el reconocimiento de derechos hasta el momento negados. Es decir, la “politicidad de la etnicidad” (Toledo Llancaqueo, 2005) no estará solo marcada por la pertenencia étnica, sino también por la defensa de la “causa indígena” y de la territorialidad (inter)comunitaria. En la medida que se profundizó el proceso de autorreconocimiento indígena y el trabajo de concientización sobre los derechos étnicos y territoriales, en comunidades donde el sistema de obligaciones con un “patrón” o terrateniente aún subsistía, muchas familias dejaron de pagar el “pastaje” o el arriendo. Decíamos que esto ha sido central para la organización de las comunidades diaguitas en general –en Catamarca también–, porque ha permitido vislumbrar el alcance del ejercicio de la autodefensa y la lucha por el reconocimiento de los derechos como pueblo en pos de la autodeterminación territorial y a partir de la fuerza de la reorganización comunitaria indígena.
Las comunidades comenzaron así a desplegar su territorialidad comunitaria con mayor fuerza, alimentando prácticas de autodeterminación y el ejercicio de autonomías en las diferentes dimensiones de la vida común: en términos del cuidado y defensa de los territorios, en la producción y reproducción de la vida, construcción de políticas comunitarias a partir de definiciones colectivas y toma de decisiones en el marco de asambleas comunitarias, en la identificación de injusticias y la toma de conciencia sobre los derechos que como comunidades indígenas tenían sobre los territorios.
Los procesos organizativos de las comunidades, sumados a un permanente vínculo con otros sujetos colectivos territoriales de la región, alimentarían un posicionamiento colectivo crítico y de oposición hacia el extractivismo minero. La minería transnacional a gran escala se comenzará a percibir en esta etapa como la antítesis de los modos de producción campesino-indígena y los mundos de vida comunitarios.
Con respecto a la relación con el Estado durante este período se da un proceso de mutuo reconocimiento, a partir del cual desde los espacios institucionales provinciales se comienza a reparar en la existencia de un sujeto indígena presente, organizado comunitariamente y con derechos. Esto ha sido en gran medida como resultado de los procesos organizativos de las comunidades, que comienzan a interpelar al poder estatal para su reconocimiento, pero también a partir de la implementación de acciones y políticas desde el Estado nacional, como ha sido la creación del Consejo de Participación Indígena (CPI) en el ámbito del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y la ejecución de programas específicos para pueblos indígenas en diferentes dependencias. Sin embargo, observamos que desde el Estado provincial se asume una política indigenista de carácter meramente asistencial y paternalista, funcional a los dispositivos clientelares que predominan como engranajes del sistema político dominante. Como ejemplos de esto, podemos destacar la creación de un “centro para atención de consultas para pueblos originarios” (El Esquiú, 22/11/2014) en la ciudad capital de la provincia, o el modo que se ha implementado el Programa de Salud para Pueblos Originarios dependiente del Ministerio de Salud de la provincia (García Guerreiro, 2021), o bien la representación colonial que continúa reproduciéndose respecto al “indígena” desde el gobierno provincial (Avalo, 2021).
En octubre de 2012 se llevó a cabo en la Cámara de Senadores de la provincia de Catamarca una sesión especial con la participación de autoridades indígenas en la cual se entregaron diplomas “como homenaje a los pueblos originarios, por haber conservado una cultura milenaria, rescatando valores que enriquecen a toda la comunidad” (El Esquiú, 11/10/2012). En esa instancia, diferentes referentes indígenas pudieron expresar la situación que se vive en las comunidades. La representante del pueblo diaguita manifestó:
Hoy vivimos un momento histórico para nosotros y los pueblos de toda la provincia, venimos trabajando para fortalecernos y trabajar como nación diaguita, como pueblo fuerte en defensa de nuestro territorio, hoy nosotros somos los herederos, no de punta y flecha como lo hicieron nuestros antepasados sino con armas fundamentales como las leyes y que hoy lo podemos pelear mediante ello (Virginia Cruz, CPI Pueblo Diaguita Catamarca, El Esquiú, 11/10/2012).
Durante estos años, las comunidades comenzaron a establecer una nueva relación con los Estados (sean municipal, provincial, nacional), desde un posicionamiento político como sujeto colectivo, lo que incluyó la incorporación del lenguaje del derecho indígena como herramienta para traducir sus demandas. Ese novedoso vínculo fue permitiendo, a su vez, reforzar el proceso de reafirmación étnica y de reivindicación de sus derechos como pueblo mediante una creciente politización de la lucha y una mayor institucionalización de la participación.
Un tercer momento (2014-2018) estará signado por la conformación de la UPND de Catamarca, la manifestación de conflictividades y una mayor visibilización política de las comunidades indígenas en la provincia. Tras varios años de caminar y luchar en los territorios, con el aprendizaje de comunidades y organizaciones diaguitas hermanas, como la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán (UPNDT), el 14 de septiembre de 2014 las comunidades de Catamarca, reunidas en asamblea, deciden conformarse en unión (UPND de Catamarca) con el objetivo claro de defender mancomunadamente sus territorios y pelear por el reconocimiento y efectivo cumplimiento de sus derechos como pueblo indígena. Según los testimonios, en esa asamblea fundacional participaron autoridades comunitarias de Cerro Pintao, La Hoyada, Alto Valle El Cajón (del departamento de Santa María), Anconquija (de Andalgalá), La Angostura (de Belén), y contó con la participación del cacique de la Comunidad Amaicha del Valle para compartir su experiencia y acompañar la decisión de conformar una organización intercomunitaria.
Fue decisiva en este proceso la intervención de la delegada por el pueblo diaguita de Catamarca en el Consejo de Participación Indígena (CPI) en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y de técnicos territoriales de la entonces Secretaría de Agricultura Familiar (actual INAFCI, ex SAFCI), que comenzaron a trabajar la problemática indígena de modo particular, así como a llegar a los territorios con una perspectiva crítica y de acompañamiento al proceso organizativo comunitario más allá de los aspectos referidos a lo estrictamente socioproductivo (perspectiva que primaba hasta ese momento).
En esta etapa se afianza aún más la construcción de un “nosotros” a partir de la identidad diaguita, es decir, mediante procesos de identificación colectiva y procesos de producción de sentidos comunes para la acción (Revilla Blanco, 1994). Este mutuo reconocimiento desde un “nosotros”, que permite demarcar fronteras y distinguirse de los demás actores dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado (Bello, 2004), será la base para la movilización y la constitución de la organización intercomunitaria diaguita, la UPND de Catamarca, como movimiento indígena (Revilla Blanco, 2005). Asimismo, a medida que se expande el proceso organizativo se va estableciendo un discurso y unas capacidades concretas para la acción colectiva. Es en esta etapa que las acciones de las comunidades diaguitas de Catamarca adquirirán mayor visibilidad.
Un ejemplo de mayor visibilidad de sus acciones puede encontrarse en la conferencia de prensa organizada por la UPND de Catamarca en la localidad de El Rodeo, en cercanías de la ciudad capital de la provincia. En junio de 2016, en pleno ciclo expansivo de la organización, las autoridades comunitarias de las diferentes comunidades integrantes de la UPND se trasladaron a la ciudad para hacerse escuchar y expresar sus demandas. Así, su capacidad organizativa adquiere visibilidad pública, mediante la salida de su territorio y el traslado a la capital provincial, en tanto centro de poder (Revilla Blanco, 2005). Allí convocaron a diferentes medios de comunicación, se reunieron con funcionarios, hicieron conocer su lucha y la situación que viven las comunidades históricamente, así como los reclamos puntuales que debe atender el Estado.
Que se respeten nuestros derechos al territorio, que es la base fundamental de las comunidades indígenas, porque sin tierra no somos nada y otro punto que pedimos es la consulta previa, libre e informada, con eso podemos avanzar en nuestro territorio porque no podemos ser comunidades indígenas sin territorio (Cacique Cerro Pintao, El Esquiú, 4/6/2026).
Esta mayor visibilidad se vio acompañada de posicionamientos territoriales cada vez más firmes. La UPND de Catamarca construyó desde allí relaciones de poder con diferentes actores e instituciones, jerarquizando a la asamblea de la organización como un espacio fundamental para la deliberación y toma de decisiones intercomunitaria.
Durante estos años se presentaron diferentes tipos de conflicto, todos ellos vinculados a la defensa y construcción de la territorialidad diaguita. Si bien no todos se desarrollaron en el departamento Santa María, se trata de conflictos territoriales que fueron asumidos como propios por todas las comunidades que hacían parte de la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Catamarca, por considerar que lo que afectaba a una afectaba en definitiva a todas, entendiendo el territorio de un modo amplio y común. Entre ellos se pueden mencionar conflictos con terratenientes, con empresas megamineras, con proyectos arqueológicos, con el Estado, entre otros.
Un cuarto momento (2018- actualidad) está marcado por la construcción de resistencias creativas y nuevas articulaciones para la autodeterminación territorial intercomunitaria. Cabe destacar que el inicio de este cuarto momento estuvo signado por una ruptura organizativa en la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Catamarca, ya que a mediados de 2018 las comunidades de la zona del municipio de Villa Vil (departamento Belén) dejaron de participar de las asambleas intercomunitarias, que continuaron realizándose con la participación de comunidades de Santa María, Andalgalá y Belén.
Si bien las comunidades y la UPND de Catamarca siempre han construido alianzas con diferentes actores, principalmente en lo que refiere a la defensa de sus territorios (con diferentes profesionales/técnicos, con otras organizaciones indígenas, con asambleas ambientales, con gremios, etc.), durante los últimos años se han establecido “resistencias creativas”, que constituyen nuevas estrategias de resistencia construidas a partir del vínculos con otros sujetos/actores en territorio, que permitieron a la organización fortalecer su lucha en aspectos que anteriormente no se habían abordado.
Por un lado, desde el 2019 las resistencias territoriales y la lucha por el control de los territorios llevaron a sumar la participación de dos comunidades del pueblo atacama del departamento Antofagasta de la Sierra dentro de la UPND de Catamarca. El avance megaminero litífero en la región altoandina, principalmente en la zona del Salar del Hombre Muerto, contribuyó a que la organización expandiera sus solidaridades construyendo una lucha territorial unificada para hacer frente al saqueo y explotación de bienes naturales vitales como el agua. En ese marco, también se fueron generando vínculos con otros actores, como es el caso de la organización Bienaventurados Los Pobres y la organización Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación (PUCARA), en la cual confluyen diferentes espacios asamblearios vinculados a la defensa de la biodiversidad, el agua y el territorio.
Por otro lado, en los últimos quince años fueron múltiples las estrategias desplegadas por el poder político provincial para debilitar y fragmentar la lucha indígena en la provincia. En la medida que la organización de las comunidades se fue consolidando y tomando un posicionamiento cada vez más crítico y firme respecto a sus demandas territoriales, las acciones de los gobiernos provinciales fueron asumiendo diferentes estrategias, cual “dispositivos de orden” (Gutiérrez Aguilar, 2001), como intentos de lograr gobernabilidad y control sobre la conflictividad existente (sea esta manifiesta o latente).
Después de décadas de negación por parte del gobierno provincial y de los gobiernos municipales, se presentaron propuestas que aparentemente se postulaban en favor de los derechos indígenas, pero que en concreto significaban un intento por limitar y controlar la lucha. Entre esas iniciativas se puede identificar la propuesta de creación de un Instituto de Pueblos Indígenas de Catamarca, la creación de una Secretaría de Asuntos Indígenas provincial, más recientemente la política de reconocimiento institucional por parte del gobierno provincial a partir de la emisión de personerías jurídicas para comunidades indígenas, o el intento de división de comunidades existentes para crear otras nuevas que respondan a los intereses del poder político y económico dominante. Las propuestas antes mencionadas fueron analizadas y rechazadas oportunamente por la UPND de Catamarca, por no contemplar elementos que las comunidades consideraban fundamentales, tales como la participación directa en su diseño y ejecución respetando su cosmovisión y autodeterminación como pueblos indígenas.
Cabe destacar que, en cada uno de estos diferentes momentos, a su vez, se pueden identificar fases de mayor visibilidad (expresiones públicas, acciones directas, etc.), como también períodos de latencia de la acción colectiva (Melucci, 1994), es decir, de trabajo organizativo al interior de las comunidades, en los territorios, posibilitadores de nuevos momentos de visibilidad de la acción colectiva.
Reflexiones Finales
A partir del trabajo realizado, advertimos que durante el período analizado (2000-2022) tanto la afirmación identitaria como el ejercicio de la defensa y control territorial han asumido una importancia central en los procesos de territorialización diaguita en la provincia de Catamarca. La reorganización a partir de una matriz comunitaria indígena –retroalimentada por los procesos de resurgimiento indígena y (re)existencia comunitaria– se ha convertido en refugio frente al avance de la modernidad y el capitalismo extractivo en sus territorios, pero también una forma de construcción de poder y de resolución de necesidades comunitarias más autónoma respecto a formas políticas y económicas dominantes.
La reapropiación de la identidad indígena, así como la construcción de una nueva subjetividad política colectiva en torno a la misma, se ha ido tejiendo en el marco de luchas concretas que las comunidades han venido dando. Así, la emergencia de la subjetividad política indígena y su expresión (inter)comunitaria permitió articular las demandas, los conflictos y la construcción territorial en torno a una causa común, una construcción política colectiva con un sentido compartido.
A partir de la historización construida, observamos que el proceso de reorganización comunitaria diaguita ha estado atravesado por diferentes luchas por el reconocimiento de sus derechos como comunidades indígenas. Un hito fundamental en este recorrido ha sido la creación de una organización intercomunitaria como es la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita (UPND) de Catamarca, y la articulación con todo el pueblo nación diaguita a nivel regional. La autodeterminación comunitaria y la defensa territorial han sido eje en la lucha de la UPND de Catamarca, su causa y su horizonte.
Así, en los últimos años se evidencia un fortalecimiento organizativo a nivel político, con mayor visibilidad de sus acciones y presencia territorial. Dicho fortalecimiento se manifiesta en los vínculos que comienzan a establecerse con el Estado, en particular con el gobierno provincial, donde la UPND de Catamarca se posiciona con firmeza y pone condiciones al diálogo, exigiendo el reconocimiento de derechos y poniendo límites toda vez que se deseara involucrarse con la vida de las comunidades o ingresar y afectar los territorios comunitarios sin su consentimiento. De ese modo, la territorialidad comunitaria se ha ido vigorizando en el marco de la (re)construcción de una espacialidad propia, subalterna y autónoma a la vez (Toledo Llancaqueo, 2005), mediante la cual se reconstruye el sujeto colectivo y el territorio común en tanto espacio social vivido. En ese marco, lo que emerge con fuerza es la importancia que asume la organización (inter)comunitaria y la lucha por el territorio, la cual renace y se expande con cada conflicto y con cada logro colectivo (García Guerreiro, 2022).
Al mismo tiempo, encontramos que, a pesar de los avances normativos e institucionales señalados y de los cambios que los mismos generaron en la relación entre pueblos indígenas y Estado, los derechos que tienen las comunidades en tanto pueblos preexistentes continúan en un estado de incumplimiento efectivo. En este punto, destacamos la falta de respuestas por parte de las instituciones competentes (como es el caso del INAI) para, por ejemplo, otorgar reconocimiento formal a las comunidades luego de años de haber presentado la documentación requerida para la emisión de las personerías jurídicas correspondientes. Evidencia de esto son también las deficiencias que se expresan desde el Estado para frenar la usurpación de los territorios indígenas y la explotación de bienes naturales, mientras se implementan políticas de fomento para la instalación y desarrollo de megaemprendimientos productivos y extractivos que sacrifican los territorios.
En ese sentido, a partir del caso se observa que para que los derechos indígenas se hagan efectivos no resulta suficiente la existencia de marcos legales o políticas indigenistas que los habiliten (Tamagno, 1997), sino que es preciso disolver la colonialidad y las asimetrías de poder que aún prevalecen, así como transformar los dispositivos de disciplinamiento que en las diferentes dimensiones de lo social subordinan, niegan y/o acorralan la diversidad de modos de vida y territorialidades indígenas existentes. En ese sentido, si bien las comunidades luchan persistentemente por el reconocimiento formal de sus instituciones para el acceso y cumplimiento efectivo de sus derechos como pueblo indígena, la lucha principal que llevan adelante se concentra en el control territorial, que incluye el cuidado y reproducción de sus territorialidades y formas de vida comunitarias. De allí la importancia que asumen los ejercicios legítimos de autodefensa territorial que llevan a cabo las diferentes comunidades en reclamo por el respeto de sus derechos colectivos.
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Notas
Recepción: 11 Septiembre 2023
Aprobación: 07 Mayo 2024
Publicación: 01 Agosto 2024